domingo, 10 de marzo de 2013

Vacío.

Una vez más, llegó a casa, fue directamente a la habitación, dejo todo tirado en el suelo y se dejó caer sobre la cama sin hacer. No había sido un buen día. Pero tampoco malo. Sólo un día más. Otra jornada que acababa como la anterior y como, probablemente, acabaría la siguiente. Nada especialmente bueno ni malo ocurría nunca. Esa rutina acabaría con su vida. Ya no pedía un motivo para reír, ni siquiera para sonreír, se conformaba con uno para llorar. Una razón por la que estar triste, algo de lo que poder quejarse, alguien a quien odiar. Pero nada. No tenía absolutamente nada. Pero tampoco de nada le faltaba, ni siquiera tenía “necesidad” de algo. De algo concreto. Porque eso era precisamente lo que ansiaba: algo.
No algo bueno, simplemente algo. Una preocupación, un problema, un secreto. Un enemigo.  Un amor imposible. Una razón por la que existir. Un sentimiento. No sentía absolutamente nada. Puede que deseos. El deseo de saber qué desear. Y también vacío. Sí, sobre todo sentía vacío. Un enorme vacío existencial del que apenas alcanzaba a ver los límites: otras épocas de su vida, aparentemente lejanas, en las que sentía…cosas. Pero no, no lograba recordar cómo era eso de sentir.
Estiró el brazo hacia el escritorio sin levantarse de la cama (ventajas de tener un cuarto pequeño) y cogió un folio que parecía estar en blanco. Al menos por una cara, pues por la otra estaba pintarrajeado y lleno de tachones. Se resignó y se quedó con la parte limpia, pues para coger las hojas sin usar tendría que levantarse. ” ¿Por qué será considerada un pecado la pereza? Ni siquiera es agradable…”pensó mientras sacaba de su bolsillo el lápiz sin afilar que siempre solía llevar encima No sabía sobre qué escribir, el gran vacío de su interior también había acabado con su antigua creatividad. Cuando se dio cuenta, estaba garabateando. Otra hoja menos. Como si tuviera qué hacer con ellas…
Volvería a reutilizarla, seguro. Puede que en ese mismo instante. Sí, quedaba sitio de sobra entre los incoherentes trazos de su lápiz. Escribiría un poema. Sí, arte mayor, un soneto. Escribiría un soneto a… Ojalá tuviera a qué o quién escribirle. ¿Al vacío? No, no funcionaría. O tal vez sí. Pero en prosa. Y en tercera persona. Sobre todo eso, que parezca que habla de otra persona y que no se note que se siente así realmente. Empezaría con algo así como “otra vez”, ”de nuevo” o “una vez más”, repetiría un montón de veces la palabra vacío, como una media docena de veces. Y acabaría diciendo que no sabía cómo acabar, poniendo unos puntos suspensivos, por ejemplo…

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