martes, 12 de febrero de 2013

Corre que te pilla.


El gélido viento cortaba la piel de su rostro, a pesar de la humedad, penetraba en sus ojos secándolos hasta impedirle llorar. Era una de esas invernales noches tenebrosas en las que, a pesar  el fuerte viento que corría en dirección contraria a su alocada carrera por un bosque mucho más oscuro de lo que lo recordaba, había una densa niebla que no le permitía ver qué tenía dos pasos más adelante. Llevaba las piernas arañadas de las zarzas del camino, si es que podía llamarse así a la estrecha y vieja senda que seguí, las plantas de los pies le dolían más de lo que jamás podría haber imaginado, y sentía su corazón a punto de estallar, sin embargo, no podía permitirse descansar si quería seguir con vida al amanecer.
Por fin, alcanzó lo que parecía la cima de… algo; al menos durante un rato no tendría que seguir cuesta arriba, pero en su nueva posición, el viento que silbaba entre los árboles haciéndolos oscilar, era más intenso aun. El frío de la noche helaba la superficie de su piel, agarrotaba los dedos de sus manos, pero en el interior de sus miembros, los músculos ardían en un esfuerzo sobrehumano que sólo el terror a una espantosa y próxima muerte puede provocar. El frígido aire, que entrecortadamente penetraba en sus pulmones, se clavaba en el ardiente interior de su pecho en una sensación nada agradable que le hacía intentar aguantar la respiración a cada paso que daba; pero su agitado corazón no dejaba de exigirle oxígeno que bombear a sus exhaustos miembros.
Apoyó una de sus ateridas manos en el tronco de un árbol para recobrar algo de aliento. Le dolía respirar. No había sido buena idea parar. Sus piernas se entumecían por momentos, era cuestión de tiempo, poco tiempo, que dejaran de responderle. Y entonces, justo entonces, pudo oírlo, nítidamente a pesar del viento: un cercano aullido de lobo que le hizo dilatar sus pupilas más aún, y echarse de nuevo a correr, esta vez colina abajo. De pronto, el ulular de un pequeño búho, cuyos ojos resplandecían de forma siniestra en la casi total oscuridad, le hizo dudar de lo que acaba de escuchar, y se río para sí mientras intentaba esbozar una sonrisa con los labios paralizados y amoratados del frío el miedo.
Un crujido en la rodilla, un espasmo en el pecho, un golpe en la cabeza, una creciente mancha roja en su pelo que relucía a la escasa luz de la Luna, un cuerpo que, ya inerte y ante los atónitos ojos verdes del persecutor que ya se limita a observar, rueda entre rocas hasta, finalmente, detenerse contra el tocón de un viejo roble. 

LA MÍO NO ES PONER TÍTULOS...SI ALGUIEN COMENTA, QUE DIGA SI SE IMAGINA CHICO O CHICA AL PROTAGONISTA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Top blogs de Libros